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Iglesia biblica de la gracia

Bienvenidos a Iglesia Biblica de la Gracia

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Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.La mejor manera de predecir el futuro es crearlo. 1 TIMOTEO 4.12


La Palabra de Dios.

Articulos Jovenes IBG

CANON BIBLICO

 ¿Quién decidió qué libros componen el Nuevo Testamento? 

 

Durante muchos años, pocas personas en la iglesia se preguntaban cómo fue que se formó el Nuevo Testamento. Sin embargo, en las últimas décadas, esta interrogante ha cobrado relevancia, en parte debido a obras como El Código Da Vinci o artículos sensacionalistas que sostienen que fue el emperador Constantino quien seleccionó los libros bíblicos en el siglo IV. 


Estas afirmaciones, aunque populares, son completamente infundadas.


La verdad es mucho más profunda y espiritual: no fue Constantino, ni el Concilio de Nicea, ni siquiera Atanasio quienes definieron el canon del Nuevo Testamento. El canon no fue creado por hombres. Fue Dios mismo quien, al inspirar a los autores bíblicos, estableció la colección de escritos que hoy reconocemos como Escritura.


¿Qué es el canon?


La palabra “canon” proviene del griego kanon, que significa regla o norma. En el contexto bíblico, se refiere al conjunto de libros reconocidos como inspirados por Dios y, por tanto, autoritativos para la fe y la práctica cristianas. Es importante entender que el canon no es el resultado de una votación o decreto humano, sino del reconocimiento por parte de la iglesia de aquellos escritos que Dios mismo inspiró.


El erudito Michael Kruger propone tres niveles para entender este proceso de formación: el canon ontológico, el canon operativo y el canon exclusivo.


1. El canon ontológico: el canon en la mente de Dios


Este primer nivel reconoce que el canon existe desde el momento en que los libros fueron escritos. Pablo, Pedro, Juan y los demás autores sabían que estaban escribiendo con autoridad divina. Por ejemplo, Pablo afirma en 1 Corintios 14:37: “Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento del Señor”.

Incluso Pedro, al referirse a los escritos de Pablo, los agrupa con “las demás Escrituras” (2 Pedro 3:16), indicando que ya en los primeros años de la iglesia se reconocía la autoridad de estos textos. Los evangelistas, igualmente, escribieron conscientes de su misión: presentar la verdad sobre Jesucristo como testigos o como colaboradores de testigos oculares.


2. El canon operativo: el reconocimiento progresivo en la historia de la iglesia


Aunque el canon existía en la mente de Dios desde el inicio, no todos los cristianos reconocieron inmediatamente los mismos libros. Sin embargo, la mayoría de los textos que hoy forman el Nuevo Testamento fueron recibidos como autoritativos desde el principio.

Por ejemplo, Justino Mártir, en el siglo II, ya se refería a los evangelios como relatos autoritativos. Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo (quien a su vez fue discípulo del apóstol Juan), identificó los cuatro evangelios como los únicos auténticos. Este reconocimiento temprano refuerza la legitimidad del testimonio apostólico.

También hubo debates sobre ciertos escritos periféricos, como el Pastor de Hermas. Aunque era popular y recomendado para la lectura personal, no fue aceptado como Escritura porque fue escrito después de la era apostólica. Lo mismo ocurrió con el Evangelio de Pedro, que fue rechazado por Serapión de Antioquía por contener ideas contrarias a la verdad apostólica y porque no provenía de un testigo ocular.

La base para aceptar o rechazar un libro no era su popularidad, sino si podía ser trazado a un apóstol o a un colaborador cercano, testigo ocular del Señor resucitado.


3. El canon exclusivo: los 27 libros y ningún otro


Con el tiempo, la iglesia no solo reconoció ciertos libros como inspirados, sino que también afirmó que ningún otro debía añadirse. Este nivel, el canon exclusivo, se consolidó cuando ya no quedaban testigos oculares vivos y la comunidad cristiana acordó que el período de revelación había concluido.


En el año 367 d.C., Atanasio, obispo de Alejandría, escribió una carta de Pascua en la que listó los 27 libros del Nuevo Testamento tal como los conocemos hoy. Sin embargo, él no creó el canon, solo expresó un consenso ya emergente. Orígenes, un siglo antes, ya había mencionado estos mismos libros en sus escritos.

Así, el canon exclusivo no fue una invención de Atanasio ni resultado de una reunión eclesiástica tardía, sino el reconocimiento formal de lo que la iglesia ya había discernido: que estos libros eran inspirados por Dios, habían sido escritos por testigos apostólicos y tenían autoridad sobre la vida y la doctrina.


Conclusión: el testimonio del Espíritu en la historia


Hoy, podemos confiar con seguridad en que el Nuevo Testamento es una colección autoritativa de libros autoritativos. No porque un concilio lo declaró así, sino porque Dios los inspiró y la iglesia, guiada por el Espíritu Santo, los reconoció como tales.


Cada libro del Nuevo Testamento puede ser rastreado a la era apostólica y fue recibido por la iglesia primitiva con reverencia y discernimiento. Así, nuestra fe descansa no en mitos modernos ni en decisiones políticas del pasado, sino en la obra providencial de Dios que ha preservado su Palabra para su pueblo.


“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia.” (2 Timoteo 3:16)
Apuntes clases de Hermeneutica, Javier Fuentes Peralta

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