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Iglesia biblica de la gracia

Bienvenidos a Iglesia Biblica de la Gracia

Bienvenidos a Iglesia Biblica de la GraciaBienvenidos a Iglesia Biblica de la GraciaBienvenidos a Iglesia Biblica de la Gracia

Curso "La crianza de los hijos"

Compromiso con Jesucristo

 

Sermón 1: Compromiso con Jesucristo, serie de estudio "Crianza de nuestros hijos"

Queridos hermanos y hermanas, hoy nos reunimos para reflexionar sobre un tema fundamental en nuestra vida de fe y vida de crianza cristiana: nuestro compromiso inquebrantable hacia Jesucristo. Este compromiso es la dedicación primordial que cada creyente, y en especial nosotros como padres cristianos, debemos trabajar en nuestro caminar.

La Ley de Dios: Un Llamado a la Obediencia

Comenzamos nuestra reflexión con las palabras de Éxodo 20, donde Dios, después de liberar a Israel de la esclavitud en Egipto, les entrega los Diez Mandamientos. Esta Ley no es meramente un conjunto de reglas; es la revelación del deseo de Dios para que su pueblo viva en relación con Él y entre sí. Aquí, en esta monumental declaración, encontramos el eco de la gracia redentora: "Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto". ¡Qué poderosa verdad! Nuestra obediencia a la Ley es una respuesta a la gracia que hemos recibido.

A través de Deuteronomio 6:6-7, Dios nos instruye a llevar Su Ley en nuestro corazón, a enseñarla a nuestros hijos y a discutirla en nuestros hogares. Esto nos recuerda que la Palabra de Dios debe ser el centro de nuestras vidas. Así, no solo somos receptores de la Ley, sino también transmisores de su verdad a las generaciones venideras.

La Aplicación de la Ley en Nuestras Vidas

Aunque la Ley fue dada a Israel, su relevancia trasciende el judaísmo. Cada creyente, regenerado por la gracia, debe valorar esta Ley, que revela la santidad de Dios y nuestra condición pecaminosa. Así, no es un simple libro de reglas, sino un espejo que refleja la gloria y la pureza de nuestro Creador.

El Gran Mandamiento: El Corazón de la Ley

Cuando Jesús fue interrogado sobre cuál era el gran mandamiento, no se dejó atrapar en la trampa teológica de sus oponentes. En su respuesta, "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente", nos ofrece la clave que abre el corazón de la Ley: el amor a Dios es el principio fundamental de nuestra fe y obediencia.

Este mandamiento, que ya resonaba en el "Shemá" de Deuteronomio, nos desafía a amar a Dios en su totalidad. No se trata solo de un sentimiento, sino de una devoción unitaria que requiere que abandonemos el yo. Jesús nos enseña que nuestra relación con Dios debe ser tan prioritaria que nada, ni siquiera nuestras familias o nuestras propias vidas, puede ocupar Su lugar en nuestros corazones.

Obediencia: La Prueba del Amor

El amor a Dios se manifiesta en nuestra obediencia. Jesús, en Juan 14:15, nos recuerda que "si me amáis, guardad mis mandamientos". Aquí, vemos que el amor no son solo palabras vacías, sino que se traduce en acción. La obediencia a la Palabra de Dios es el testimonio de nuestro amor por Él, y Jesús se convierte en nuestro ejemplo perfecto de esta obediencia.

Por lo tanto, el primer compromiso que debemos abrazar, especialmente como padres, es cultivar una relación amorosa y obediente con Jesucristo. Esta relación se refleja en nuestras vidas y se convierte en la base de nuestra crianza cristiana.

Crianza y la Palabra: Una Responsabilidad Sagrada

Hermanos, no podemos guiar a nuestros hijos por los caminos del Señor si no conocemos al Señor del camino. La Palabra de Dios debe ser nuestro sustento diario, un ritmo constante en nuestras vidas. No se trata de memorizar versículos aislados, sino de sumergirnos en la Escritura y permitir que su verdad nos transforme.

El Salmo 19:7-10 nos recuerda la perfección de la Ley del Señor, que es más deseable que el oro y más dulce que la miel. Debemos tener un profundo aprecio por la Palabra de Dios en nuestra vida. Como el ciervo que anhela las corrientes de agua, nuestra sed por Dios debe ser insaciable, alimentando así cada aspecto de nuestra vida cristiana.

Conclusión: La Esencia del Compromiso

Al concluir, recordemos que un amor ferviente por Jesucristo es esencial. Sin ese amor, todo lo que hagamos, incluso en la crianza, es en vano. No podemos dar lo que no poseemos. Por lo tanto, nuestro compromiso debe ser, ante todo, con Jesucristo y Su Palabra. Este compromiso no solo transforma nuestra vida, sino que también allana el camino para una crianza santa y una verdadera vida cristiana.

Así que, ¿hacia dónde nos lleva este compromiso? Nos invita a amar a Dios con todo nuestro ser, a vivir en obediencia y a guiar a nuestros hijos en la fe. Que este sea nuestro anhelo y nuestra dedicación, hoy y siempre. Amén.

Compromiso con el Cónyuge, con la Familia y los demas

 

Jueves 15/05/2025


En un tiempo donde el mundo ofrece mil distracciones, criar hijos en el temor del Señor se ha vuelto un desafío mayor. Muchos padres anhelan ver a sus hijos caminando con Dios, pero no siempre tenemos claro cuáles deben ser nuestras verdaderas prioridades.

Este mensaje no es una fórmula mágica, ni un método novedoso de crianza. Es un llamado a volver a lo esencial, a los cuatro compromisos fundamentales que todo padre y madre creyente debe asumir si quiere honrar a Dios en su hogar:

1.- Compromiso con Jesucristo

La semana anterior estuvimos estudiando este primer y gran compromiso y todo comienza aquí.
No podemos guiar a nuestros hijos al Señor si nosotros mismos no estamos caminando con Él.

No se trata solo de asistir a la iglesia o decir que somos cristianos. Se trata de vivir diariamente bajo el señorío de Cristo, de amar Su Palabra, de obedecerla.
Nuestros hijos perciben la diferencia entre una fe genuina y una fe de apariencias.
Si queremos criar hijos en la verdad, necesitamos ser modelos vivos de esa verdad.

2.- Compromiso con el Cónyuge

El matrimonio es la base de la familia.
La Biblia nos enseña que el hombre y la mujer forman una sola carne.
Si esta unidad está rota, dividida o descuidada, la crianza se ve inevitablemente afectada.

El esposo está llamado a liderar con amor, con sacrificio, como Cristo amó a la iglesia. La esposa está llamada a respetar y edificar el hogar con sabiduría.
Este equilibrio, lejos de ser una carga, es la manera en que Dios nos bendice y nos permite reflejar Su gloria.

Preguntémonos con honestidad:
¿Estoy honrando a mi cónyuge como Dios manda?
Porque no podemos pretender criar hijos en el Señor si primero no vivimos en obediencia dentro de nuestro matrimonio.

3.- Compromiso con la Familia

Dios nos dio a nuestros hijos como una herencia sagrada, y nos hizo mayordomos de esa bendición.

La responsabilidad de enseñarles la Palabra, de guiarlos en el camino del Señor, no recae primero en la iglesia, ni en la escuela dominical, ni en los pastores.
Recae sobre nosotros, los padres.

El texto de Deuteronomio 6 es claro: debemos hablar de la Palabra con nuestros hijos en todo momento, en la vida diaria, en lo cotidiano.

No basta con orar por ellos; debemos discipularlos intencionalmente.

Es fácil caer en excusas: el trabajo, el cansancio, las muchas actividades… pero si no priorizamos la formación espiritual de nuestra familia, estamos fallando a nuestro llamado.

4. Compromiso con los Demas

Nuestros hijos aprenden observando.
Aprenden cómo tratamos a nuestros hermanos en la fe, cómo servimos en la iglesia, cómo amamos a los demás.

La Biblia nos manda a vivir en comunidad, a amarnos, a exhortarnos, a servirnos mutuamente. Y todo esto es parte del testimonio que dejamos a nuestros hijos.

Además, como creyentes, tenemos una responsabilidad con el mundo: ser luz, proclamar el Evangelio, cumplir la gran comisión.
Nuestros hijos necesitan ver en nosotros un cristianismo vivo, auténtico, comprometido con la iglesia y con las almas.

Meta de los Padres

 

Jueves 12/06/2025

 

El objetivo en la crianza de los hijos

La enseñanza está arraigada en definir el objetivo bíblico para los padres: glorificar a Dios en todas las cosas, incluida la disciplina de los hijos. Su fundamento, afirma, es 1 Corintios 10:31 (“hacer todo para la gloria de Dios”). Debemos atribuirle esta gloria a Dios no solo en momentos de actos de devoción o ejercicios eclesiásticos, sino en todo el transcurso de nuestras vidas, e incluso con respecto a nuestros hijos.

Se hace referencia también a Mateo 6:33 “buscad primero el reino de Dios” como parte de la prioridad divina y 2 Pedro 1:2-4 nos asegura que Dios ya nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, por el conocimiento de Cristo, disponible en Su Palabra.

 Criar a los hijos sobre una base bíblica firme

La Biblia es la guía perfecta y completa para instrucción en justicia (2 Timoteo 3:16-17). Dios está obrando en nosotros tanto el querer como el hacer (Fil. 2:13). Esto es, sin embargo, verdadero solo en los regenerados; para el hombre natural, las cosas del Espíritu son necedad, pero para la mente regenerada, son claras (2:14).

El sermón señala que cumplir con las reglas de la Biblia no es suficiente, uno debe tener fe. El verdadero cambio solo ocurre en personas regeneradas. Viene a la mente la narración del camino a Emaús (Lucas 24) donde Cristo "él mismo" abre los ojos espirituales.

El diseño de Dios para la familia

En una familia bajo el orden divino:

  • El padre es la cabeza y el sustento (1 Corintios. 11:3; 1 Timoteo 5:8).
  • Esto no es cómo se le ordena a una madre actuar en el hogar (Tito 2:4-5).

Las dos funciones son suplementarias y necesarias para que se forme el hogar. Todo debe conducir a la glorificación de Dios, ese es el fin del creyente (2 Corintios. 5:9).

El objetivo particular de la paternidad: hacerse instrumentos fieles

El simple objetivo de un padre es ser un instrumento a través del cual se administra la Palabra mientras enseña a sus hijos. Se anima a los invitados a ser oyentes y hacedores de la Palabra (Santiago 1:22-25). Con la obediencia activa, llega la bendición y Dios es glorificado.

Este objetivo se basa en los siguientes dos pilares:

  • La visión bíblica del hombre.
  • ¡Por Dios, cómo los padres perjudican a sus hijos!

La naturaleza del hombre y del niño

El concepto de que los humanos son completamente corruptos desde el momento de su nacimiento se presenta sin ambigüedades. El hombre no es naturalmente bueno, sino un pecador desde su nacimiento (Salmo 51:5; 58:3). Esta depravación afecta:

  • La voluntad: esclavitud al pecado (doctrina sólida del pecado original; Juan 8:34; Romanos 7).
  • El conocimiento y la mente: enemistad hacia Dios (Romanos 8:7; Genesis 6:5).
  • Afectos y sentimientos: llevan pasiones vergonzosas (Romanos 1:24-27).
  • Comportamiento y habla: la lengua, un fuego contaminante (Santiago).

El argumento es claro: cada niño nace pecador y necesita salvación. La apariencia externa de un niño es engañosa, esencialmente necesitan salvación.

La responsabilidad de los padres

Por lo tanto, los padres deben:

  • Enseñar a Dios y Su ley, Su amor y Su pleno perdón.
  • Exponer el estado de pecado del niño con la Palabra.
  • Rogar a Dios que tenga misericordia de sus hijos y que pueda abrir sus ojos.

El conocimiento de Dios necesita transmitirse de generación en generación (Deuteronomio 6) siempre, en todas partes y constantemente, con diligencia y determinación.

Presentando el Evangelio

El llamado final es definitivo: dar el evangelio a los niños. Versículos como Juan 3:16 y Hechos 16:30-31 son armas para guiar a los niños a Cristo. La salvación es por gracia y no por obras (Efesios 2:8-9).

El sermón concluye con una oración pastoral pidiendo por los hijos, confesando que sin Dios no puede hacerse (Juan 15:5), y pidiendo fuerza y fidelidad para pasar la Palabra a la próxima generación.


Conclusión del sermón:

La crianza de los hijos no es un trabajo neutral ni humano, sino un ministerio espiritual que debe practicarse bajo la luz de la Palabra de Dios y en dependencia del Espíritu Santo. El objetivo de la crianza no es solo tener hijos bien comportados, sino que, por la gracia de Dios, lleguen a conocer y glorificar a su Creador. El objetivo es producir padres que sean fieles vehículos del evangelio y que sean maestros vivientes y fieles del evangelio para que la verdad del evangelio sea obedecida y preservada para que Dios sea glorificado en todo.



Meta de los Padres (Segunda Parte)

 

Viernes 04/07/2025

 

 

1. Recordando la meta


La semana pasada hablamos que la meta del creyente es glorificar a Dios en todo, como dice 1 Corintios 10:31. Y eso incluye absolutamente todas las áreas de nuestra vida, incluyendo, por supuesto, la crianza. Criar a nuestros hijos no es simplemente mantenerlos seguros, educarlos en buenos modales o procurar que tengan una buena vida. La meta de un padre cristiano es ser un instrumento fiel en las manos de Dios para criar a sus hijos conforme a los principios bíblicos. Eso significa que nuestra labor está fundamentada en la Escritura, no en ideas culturales ni en nuestras propias opiniones.


2. La visión que Dios tiene del hombre

Ahora bien, para poder criar correctamente, debemos entender cómo Dios ve al ser humano. Y hermanos, lo que la Biblia nos enseña es claro: el hombre no es bueno por naturaleza. El mundo enseña que los niños nacen inocentes y puros, pero la Palabra de Dios dice todo lo contrario: nacemos pecadores, con una inclinación natural al mal. Romanos 3:10-11 dice que no hay justo ni aún uno; Jeremías 17:9 dice que el corazón es engañoso y perverso.

Esto es crucial porque nos recuerda que nuestros hijos no necesitan solamente corrección de conducta, sino conversión del corazón. Necesitan conocer su pecado, entender su necesidad de Cristo, arrepentirse y creer en el evangelio. Todo niño, por adorable que sea, necesita redención.

La Biblia nos enseña que el corazón es el centro de control del ser humano. De ahí salen los pensamientos, intenciones, emociones y acciones. Por eso Proverbios 4:23 nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”. Si tratamos solamente con la conducta, sin llegar al corazón, estamos poniendo parches, no trayendo verdadera transformación.


3. ¿Cuál es entonces nuestra labor?

Nuestra responsabilidad es llevar a nuestros hijos al conocimiento del evangelio. Ellos deben conocer quién es Dios, qué exige su ley, cuál es la condición del corazón humano, y cuál es la única esperanza de salvación: Jesucristo. Es nuestro deber presentarles con claridad la necesidad de un Salvador, mostrarles la gravedad de su pecado y las consecuencias eternas del mismo, y anunciarles la buena noticia del perdón en Cristo.

Hermanos, la crianza debe ser cristocéntrica. No es moralista, no es solo disciplinaria. Está centrada en Cristo, en su obra, en su gracia. Efesios 2 nos recuerda que estábamos muertos en delitos y pecados, pero Dios, que es rico en misericordia, nos dio vida. ¡Eso también es lo que nuestros hijos necesitan!


4. La dirección de Dios a los padres

El segundo gran punto de esta lección fue la dirección específica que Dios nos da como padres, y para eso leímos Efesios 6:4: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.

Hermanos, la palabra “criadlos” en el original griego implica una acción activa y constante. Dios no nos llama a ser espectadores en la crianza. Nos llama a ser protagonistas fieles, activos, diligentes. No podemos delegar esta responsabilidad al colegio, ni siquiera a la iglesia. El hogar es el primer lugar de formación espiritual.

Aquí se nos exhortó a no caer en la pasividad. Muchos padres creen que sus hijos ya son buenos porque “somos cristianos” o porque van a la iglesia. Pero incluso David, el rey conforme al corazón de Dios, fracasó en su rol como padre por su pasividad. Vimos ejemplos dolorosos de Amnón, Absalón y Adonías. No cometamos el mismo error.

También reflexionamos sobre el gran desafío que enfrentan nuestros hijos hoy: una educación secular que promueve ideologías contrarias a la Palabra. No podemos ser ingenuos. El enemigo está enseñando activamente; nosotros no podemos permanecer pasivos.


5. No hay lugar para excusas

Se nos animó a examinar nuestras propias vidas: ¿estamos orando por nuestros hijos? ¿Estamos enseñándoles la Palabra? ¿Estamos siendo intencionales en mostrarles el camino de la salvación? O, por el contrario, ¿nos excusamos diciendo “es solo una etapa”, “es muy pequeño”, “ya entenderá cuando crezca”?

No podemos permitirnos esa negligencia. El niño no es moralmente neutral. La Biblia no enseña eso. La crianza cristiana requiere esfuerzo, oración, sabiduría y dependencia total de Dios.


6. Conclusión

Queridos hermanos, nuestra tarea como padres es sagrada. Es un ministerio en sí mismo. No se trata solo de criar hijos educados, sino de criar discípulos de Cristo. Esto requiere que tratemos con su corazón, que les mostremos su pecado, que les hablemos del evangelio con claridad, que les guiemos hacia la fe y el arrepentimiento.

La crianza de los hijos debe estar centrada en Cristo: desde la salvación hasta la santificación. Y eso implica que como padres también debemos estar caminando en obediencia, siendo ejemplos vivos de lo que enseñamos.

Pidamos al Señor sabiduría, diligencia, humildad y poder del Espíritu para cumplir con este llamado. Que Dios nos ayude a ser instrumentos fieles en sus manos, para Su gloria, y para el bien eterno de nuestros hijos.



Meta de los Padres (Tercera Parte)

 

Viernes 11/07/2025

 

 


La Crianza de los Hijos: Un Llamado a Glorificar a Dios en el Hogar



La crianza de los hijos no es simplemente una responsabilidad familiar o un deber cultural. Para el cristiano, se trata de un ministerio sagrado encomendado por Dios mismo, cuya meta principal no es el bienestar temporal del niño, sino su bien eterno: que conozca a Cristo, se arrepienta de sus pecados y viva para la gloria de Dios. Esta fue la tónica central de la segunda lección del estudio bíblico sobre la crianza de los hijos, donde se nos recordó que, como padres, somos llamados a ser instrumentos fieles en manos del Señor.


Una crianza centrada en la gloria de Dios


Desde el inicio, se reafirmó que la meta de todo creyente es glorificar a Dios en todas las áreas de la vida (1 Corintios 10:31), incluyendo la crianza de los hijos. Este enfoque transforma por completo nuestra visión parental: ya no se trata sólo de proteger, educar o disciplinar, sino de formar corazones que amen al Señor.

Se enfatizó que los niños no nacen moralmente neutrales. La Escritura enseña que todos los seres humanos nacen en pecado (Romanos 3:10-11; Jeremías 17:9), y por tanto, la crianza debe ir más allá del comportamiento externo: debe alcanzar el corazón. La necesidad no es simplemente conducta adecuada, sino conversión genuina. La verdadera transformación comienza cuando el niño es confrontado con la realidad de su pecado y su necesidad de Cristo como Salvador.


El mandato de criar: activo, continuo e imperativo


Uno de los pasajes centrales fue Efesios 6:4, donde se nos llama a criar a los hijos en la “disciplina y amonestación del Señor”. Se explicaron tres aspectos esenciales del verbo “criar”:


  1. Es activo: Los padres no pueden ser espectadores. La crianza requiere iniciativa, involucramiento diario y dirección intencional.
     
  2. Es continuo: Está en tiempo presente, lo que implica constancia. No es una tarea eventual, sino una labor sostenida en el tiempo.
     
  3. Es imperativo: No es una sugerencia; es una orden directa de Dios. Criar a los hijos en el Señor es parte de nuestra obediencia cristiana.
     

Además, se hizo un llamado específico a los padres varones, quienes muchas veces tienden a abdicar su rol activo en la formación espiritual del hogar. Se les recordó que su responsabilidad no termina al llegar del trabajo, sino que comienza o continúa allí. Es un campo misionero, y cada día en casa representa una oportunidad para formar a los hijos según la Palabra.


La disciplina: entrenamiento piadoso, no castigo iracundo


La disciplina, según el término griego paideía, no se limita al castigo, sino que abarca todo un proceso formativo: reglas, hábitos, estructura y corrección. Esta disciplina no debe ser arbitraria ni guiada por emociones humanas, sino fundamentada en principios bíblicos.

Se presentaron pasajes claves de Proverbios (13:24; 19:18; 23:13-14; 29:15) que enseñan la importancia de corregir en amor, incluso mediante el uso bíblico y controlado de la vara, lejos del abuso o la violencia. Se aclaró que la vara es un medio de amor, no de odio, y que debe ser usada con sabiduría, paciencia y serenidad, como una oportunidad para confrontar al niño con su pecado y llevarlo a Cristo. Cada acto de corrección debe ser una puerta abierta para el Evangelio.


La instrucción: formar el pensamiento a la luz de la verdad


El otro componente clave de Efesios 6:4 es la instrucción (griego: nouthesía), que significa literalmente “poner en la mente”. Esta implica enseñanza verbal, consejo, advertencia, y sobre todo, formación doctrinal. A través de ella, el niño aprende quién es Dios, qué exige su ley y cómo debe responder ante Él.

La Palabra de Dios es la herramienta principal del padre cristiano. No basta con buenas intenciones ni con consejos culturales o psicológicos; la Escritura debe ser la base de toda enseñanza. Hebreos 4:12 nos recuerda que es viva, eficaz y capaz de discernir los pensamientos más profundos del corazón. Por tanto, cada conversación, corrección o instrucción en el hogar debe estar saturada de verdad bíblica.

El equilibrio entre disciplina e instrucción

El equilibrio entre la disciplina y la instrucción varía con la edad del niño, pero ambas son necesarias desde el principio. A medida que el niño crece y madura en entendimiento, debe recibir una enseñanza más profunda sobre los atributos de Dios, la salvación y la vida cristiana. El objetivo no es formar simples moralistas, sino discípulos de Cristo.

Este llamado a la crianza bíblica implica una vida de oración constante por nuestros hijos y por nosotros mismos como padres. Se nos animó a confiar en que Dios, en su gracia, puede usar incluso nuestros errores para sus propósitos eternos (Romanos 8:28).


Conclusión: una crianza para la gloria de Dios


El verdadero éxito en la crianza no se mide por el comportamiento externo del niño, sino por su corazón rendido a Cristo. Aunque un niño sea obediente o educado, eso no garantiza su salvación. Por eso, no debemos descansar hasta haberle mostrado a Cristo una y otra vez, cada día, en cada oportunidad.

La crianza de los hijos es un llamado a glorificar a Dios al formar discípulos en casa. Es un ministerio que exige humildad, sabiduría, constancia y una profunda dependencia del Señor. Que Él nos conceda la gracia de cumplir este llamado con fidelidad y amor.

"Padres, criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6:4).



LOS DESAFIOS DE LOS PADRES

 

Jueves  31/07/2025

 

 I. Mantener una motivación correcta


Hermanos, criar a nuestros hijos no es sólo cuestión de métodos, sino de motivaciones. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Muchos padres —incluso creyentes— están más preocupados del resultado que del proceso. Pero, como decía San Agustín: “Dios no nos pide que triunfemos, sino que luchemos”. Y como afirmó Calvino: “La vida cristiana no es una meta que se alcanza, sino un camino que se recorre”.

Veamos un ejemplo en Números 20:8–13. Dios le pidió a Moisés que hablara a la peña para que brotara agua. Moisés desobedeció y la golpeó. El agua salió, sí, el resultado ocurrió, pero Dios no fue glorificado porque el medio no fue el correcto. El mensaje es claro: el fin no justifica los medios. Como padres, debemos seguir fielmente los procesos que Dios establece, porque es allí donde Él se glorifica.

¿Y cuál debe ser nuestra motivación principal? La gloria de Dios. No se trata de agradarnos a nosotros mismos ni de evitar conflictos con nuestros hijos. Se trata de que ellos crezcan sabiendo quién es Dios y cómo deben vivir para Él.

Debemos también cuidarnos de criar motivados por agradar a otros. A veces, sin darnos cuenta, comparamos a nuestros hijos con los de otros hermanos o buscamos validación social en la iglesia. Pero esto es peligroso y rompe la unidad del cuerpo de Cristo. No vinimos a la iglesia a desfilar virtudes, sino a formar discípulos.

Por último, no debemos criar desde el miedo, sino desde la confianza en Dios. Proverbios 3:5–8 nos recuerda que debemos depender del Señor en todo. Él sabe lo que es mejor para nuestros hijos. No debemos apoyarnos en nuestra prudencia ni en métodos seculares. Debemos permitir que Él transforme primero nuestra vida, para que luego, a través de nuestro testimonio, nuestros hijos vean un Evangelio vivo.


II. Mantener un enfoque correcto


El segundo desafío es mantener un enfoque bíblico en la crianza. Aquí nos preguntamos: ¿Es complicada la paternidad bíblica? ¿Hay una sola manera de aplicarla? ¿Tiene límites nuestra influencia como padres?

Mateo 22:37–40 nos enseña que toda la ley se resume en amar a Dios y al prójimo. Y Efesios 6:4 nos da una directriz clara: no provocar a ira, sino criar en disciplina y amonestación del Señor. La crianza bíblica no es un sistema complejo lleno de reglas, sino una vida que fluye de una relación sincera con Dios y una dependencia constante de su Palabra.

A veces, complicamos la crianza con “nuestros sistemas” y caemos en fariseísmo: reglas que no están en la Biblia, prácticas sin respaldo escritural. Lo que necesitamos no es más métodos, sino más obediencia sencilla a lo que Dios ya nos reveló.

Además, la crianza bíblica permite variedad. Hay principios bíblicos inamovibles, pero también áreas donde Dios nos concede libertad (por ejemplo, la modalidad educativa: homeschooling vs. educación tradicional). Lo importante es aplicar siempre los principios bíblicos con amor, sin juzgar ni imponer.

La crianza no es algo reactivo (como un antivirus ante el pecado), sino una labor de largo plazo. No se trata sólo de apagar incendios cuando hay problemas, sino de sembrar fielmente, día a día, para cosechar en el tiempo de Dios. Como dice Gálatas 6:9, “no nos cansemos, pues, de hacer el bien”. Criar con perseverancia, con paciencia, con visión eterna. Y sí, es verdad: no podemos asegurar la salvación de nuestros hijos. Esa es obra de Dios. Pero debemos ser fieles mayordomos, criando con temor de Dios y clamando cada día por misericordia.


III. Mantener un balance correcto


El último punto es mantener un equilibrio en la crianza. Y aquí, hermanos, se pone difícil. Todos tendemos a los extremos: o muy permisivos, o muy legalistas. Pero nuestro llamado es a una crianza equilibrada que refleje el carácter de Dios: justo y amoroso, santo y misericordioso.

Un ejemplo: si tu hijo no quiere compartir un juguete, la justicia diría: “Tampoco le prestes tú el tuyo”. Pero ¿eso es bíblico? No. El consejo bíblico sería: “Aunque no te presten, tú sí comparte, porque Dios nos ha llamado a dar incluso cuando no recibimos”. Eso es criar con balance: aplicar justicia con gracia, corrección con amor, disciplina con evangelio.

También debemos balancear la relación entre ser padres y ser amigos. Muchos quieren sólo ser amigos de sus hijos, pero olvidan que fueron llamados a ser autoridad. Juan 15 muestra que Jesús nos llama “amigos” porque nos ha revelado al Padre y nos instruye. La verdadera amistad bíblica es una que corrige, guía y ama en la verdad. Seamos padres que aman como Cristo, pero que también gobiernan con firmeza y dirección espiritual.

Por último, no pongamos el foco en lo exterior: ropa, comportamiento público, talentos. Enfocarnos sólo en eso crea “niños fariseos”, respetables por fuera pero corruptos por dentro. Busquemos formar en nuestros hijos corazones que amen a Dios, no sólo conductas que nos hagan quedar bien.


Conclusión

Queridos hermanos, criar hijos es una labor sagrada. No es todo en la vida cristiana, pero es una parte importantísima. Y debemos hacerlo para la gloria de Dios. Que nuestras motivaciones, enfoques y métodos estén todos centrados en Él. Y que nunca olvidemos que no se trata de resultados, sino de fidelidad.

Clamemos por nuestros hijos, pero también trabajemos en nuestras vidas para ser el testimonio que ellos necesitan ver. Que puedan mirar hacia nosotros y decir: “Mi padre ama a Dios, mi madre sigue a Cristo”. Y que nosotros podamos mirar al cielo un día y decir: “Gracias, Señor, por dejarme ver a mis hijos andar en tus caminos”.

Amén.




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